1. El receptor mu opioide (MOR) es un objetivo diversamente regulado para aliviar el dolor en el entorno clínico, pero sus efectos secundarios no deseados limitan su uso.
2. Estudios en modelos de ratones genéticamente modificados sugieren que activar las vías de señalización de proteínas G mientras se evita la fosforilación del receptor o el reclutamiento de proteínas andamio β-arrestina podría preservar las propiedades analgésicas de los agonistas del MOR y evitar ciertos efectos secundarios.
3. Con el desarrollo de nuevos agonistas "sesgados" del MOR, que conducen a la activación preferencial de las vías de proteínas G sobre la fosforilación del receptor, la internalización o la interacción con otros efectores, esta hipótesis puede ser probada en un entorno fisiológico nativo.
El artículo titulado "Hacia la dirección de la señalización del receptor de opioides para refinar los tratamientos con opioides" publicado en Biological Psychiatry aborda el tema de los efectos secundarios no deseados asociados con el uso de agonistas del receptor mu opioide (MOR) para el alivio del dolor. El artículo plantea la hipótesis de que al activar selectivamente las vías de señalización de las proteínas G y evitar la fosforilación del receptor o la interacción con proteínas andamio β-arrestina, se podrían preservar las propiedades analgésicas de los agonistas del MOR mientras se evitan ciertos efectos secundarios.
El artículo presenta una revisión exhaustiva de estudios realizados en modelos animales modificados genéticamente que respaldan esta hipótesis. Se discuten los resultados obtenidos en ratones y ratas que carecen de β-arrestina 2 (βarr2), así como en ratones con mutaciones específicas en el C-terminal del MOR. Estos estudios sugieren que la eliminación o modificación de βarr2 puede mejorar la potencia y duración de acción de los agonistas del MOR, así como reducir la tolerancia, dependencia y retiro asociados con su uso.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que gran parte de la evidencia presentada en el artículo proviene de estudios realizados en modelos animales modificados genéticamente. Si bien estos modelos pueden proporcionar información valiosa sobre los mecanismos subyacentes a la regulación del MOR, también es necesario considerar sus limitaciones y su relevancia para los seres humanos.
Además, aunque se mencionan algunos estudios que han investigado otros factores reguladores del MOR, como las quinasas de los receptores acoplados a proteínas G (GRKs), la evidencia presentada se centra principalmente en el papel de βarr2. Sería interesante explorar más a fondo la contribución de otros factores reguladores y su interacción con βarr2 en la señalización del MOR.
Otro aspecto que podría haberse abordado con mayor detalle es la cuestión de la selectividad funcional de los agonistas del MOR. Si bien se menciona brevemente que algunos agonistas pueden tener preferencia por ciertas vías de señalización sobre otras, no se proporciona una discusión exhaustiva sobre cómo se puede lograr esta selectividad y qué implicaciones tiene para el desarrollo de terapias más refinadas.
En general, el artículo presenta una revisión interesante y exhaustiva de la literatura existente sobre la regulación del MOR y plantea una hipótesis prometedora para mejorar los tratamientos con opioides. Sin embargo, sería beneficioso explorar más a fondo las limitaciones y posibles sesgos asociados con los modelos animales utilizados, así como considerar otros factores reguladores y mecanismos potenciales involucrados en la señalización del MOR.